POR SI ME STALKEAS

Mi cabeza le da mil vueltas a las preguntas con las que nunca quise incomodarte. Hay una parte mía que siempre va a estar en esa cama diciéndote que no sabe cómo hacer las cosas y que lo único que puede prometerte es intentarlo cada día. 

Aunque una noche tú decides por los dos y ya está, lo acabamos. En tu Rappi ya no está mi dirección y en mi celular eres un +57 más… y llega ese “te extraño” que no es tangible, que pertenece a un mundo que un alguna vez habitamos y que hoy ya no existe. 

Ahora solo somos 2 desconocidos que alguna vez jugaron a besarse en cada Starbucks; que encontraron una heladería abierta un viernes a las 11 p.m. y con ella una excusa para prolongar una última primera cita en un calendario que solo tiene espacio para un 10 de junio. 

Después de eso pasé días con todas esas preguntas y con ese silencio, que cuando eres tú mismo quien lo rompe te mata un poquito, porque te grita esas cosas que eran obvias para todos, menos para ti. Así fue como una noche la palabra cobardía empezó a tener tu cara. 

Desde ese entonces soy solo yo en la cama con todas esas fechas, las verdades a medias que al final del día no son más que una mentira bien contada y las respuestas a las preguntas que tú siempre evadiste. 

¿Sabes? A ratos me gusta pensar que te las guardaste tanto porque era tu manera de cuidarme. El amor, cuando se pone en práctica funciona de maneras muy extrañas y aunque creo (o quiero creer) que logre entenderte nunca tuvo sentido para mí el que no me dieras la cara, el tener que irme enterando de cosas de a poquitos para ver cómo ellas encajaban mientras el concepto que yo tenía de ti se caía a pedazos.

Ya no puedo sostenerlo, no puedo hacerme cargo de lo que rompiste y a la vez de lo que nunca has querido enfrentar y peor aún de lo que nunca te ha importado porque me doy cuenta que no es mi silencio el que me mata, es el tuyo.

Entonces me desplomo, caigo y lloro, sobre todo eso. Lloro mucho, lloro en los bancos mientras hago filas escuchando canciones de Camilo (esas de las que alguna vez te hablé), en la cama intentando no hacer ruido, en Roma, en la idea de volverte a ver y no saber qué hacer.

Lloro en cualquier lugar porque en todos está tu ausencia, en las flores que nunca llegaron, en lo que siento que nunca viste de mí. Lloro en ese concepto de ti que, por más que pase el tiempo y sane las heridas, ya nunca volveré a tener porque la verdad es que nunca creí que tú serías de esos que hacen llorar a las niñas en su cumpleaños. 

Tal vez lo hice con la misma ingenuidad con la que creo que cuando suena Ojos Marrones de Lasso la pasas rápido, porque piensas en mí. Aunque, si se trata de creencias, ojalá no me hubieras creído ese día de diciembre, sí, ese en el que te devolviste porque pensaste escuchar algo porque la verdad es que sí era un “te amo”.

 

@sussierave castro
susanaravec@gmail.com

CEO de las cosas rosadas y brillantes

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